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Barbie (in Spanish)

Mi cuñada me dio un conjunto de la muñeca de Midge
cuando ella casó a mi hermano. Midge vino completo
con un guardarropa del diseñador la suelo-longitud viste,
con los sequins, y el tuille, y los guantes de la tres-cuarto-longitud.

Pero Midge, un más viejo modelo, tenía pelo rojo corto
labrado como un ama de casa, no como Barbie, de largo y
rubio y el fluir. Y Midge podía nunca sentarse en una silla
porque sus piernas plásticas eran rígidas y no podrían doblarse.

Para mi sexto cumpleaños recibí una muñeca de P.J.,
uno de los amigos de Barbie. El pelo de P.J.’s era rubio, como
Barbie, pero él era más cortos. Y aquí los ojos eran marrones,
como el míos. No ojos al sueño de. Los ojos tienen gusto el míos.

Cuando finalmente le conseguí, Barbie, le traté tengo gusto
una cierta clase de la diosa, usted con su desproporcionado
figura y sonrisa perpetua. Cuando usted nunca come,
usted puede permanecer delgadamente. Usted puede siempre ser feliz.

Tomé a cocina plástica el pegamento del depósito interior y del calafateo
y alineado un shoebox así que le podía tener una tina del baño.
Grabé una paja alrededor de la parte posteriora de la tina tan usted
podría tener chorros y burbujas adicionales cuando usted remojó.

El vector de la piscina de mi padre era su lago; un segundo
rectángulo del zapato servido como su barco de la velocidad. Usted tomó
todos
sus amigos para el barco montan a lo largo del verde; Ken,
las muñecas de Donny y de Marie, P.J., Midge uniforme.

Pero no podría ser como usted, tuve que comer, y podría solamente
esté parado en mis puntas para tan de largo cuando usted estaba parado como
un bailarín perpetuo. No podría sonreír siempre. Era
solamente una pequeña muchacha. Y me maldijeron con los ojos marrones.

Qué usted me enseñó? Le presioné al lado de Ken
bajo sus hojas de cama rosadas y blancas, pero su plástico
los cuerpos hicieron un fuerte ruido cuando usted vino junto.
Sus piernas nunca intertwined. Su sonrisa nunca cambiante.

Y ahora, crecido todo para arriba, visito mi casa de padre,
y me dicen que tenga rectángulos de los juguetes que podrían ser
lanzado lejos. Accesorios de la cocina para el Barbie
campista, las alineadas rebordeadas me hice. Y pienso:

Podría dar estos juguetes a mi sobrina, así que ella podría jugar,
ella podría aprender tan. Y entonces decido: no, estas muñecas,
estos valores, estas memorias, pertenecen sellado
en las cajas de cartón, donde solamente el tiempo puede tomar su peaje.

My sister-in-law gave me a Midge doll set
when she married my brother. Midge came complete
with a wardrobe of designer floor-length dresses,
with sequins, and tuille, and three-quarter-length gloves.

But Midge, an older model, had short red hair
styled like a housewife, not like Barbie’s, long and
blond and flowing. And Midge could never sit in a chair
because her plastic legs were rigid and couldn’t bend.

For my sixth birthday I received a P.J. doll,
one of Barbie’s friends. P.J.’s hair was blonde, like
Barbie’s, but it was shorter. And here eyes were brown,
like mine. Not eyes to dream of. Eyes like mine.

When I finally got you, Barbie, I treated you like
some sort of goddess, you with your disproportionate
figure and perpetual smile. When you never eat,
you can stay thin. You can always be happy.

I took plastic kitchen shelf liner and caulking glue
and lined a shoebox so you could have a bath tub.
I taped a straw around the back of the tub so you
could have jets and extra bubbles when you soaked.

My father’s pool table was your lake; a second
shoe box served as your speed boat. You took all
your friends for boat rides along the green; Ken,
the Donny and Marie dolls, P.J., even Midge.

But I couldn’t be like you, I had to eat, and I could only
stand on my toes for so long when you stood like
a dancer perpetually. I couldn’t always smile. I was
only a little girl. And I was cursed with brown eyes.

What did you teach me? I pressed you next to Ken
under your pink and white bed sheets, but your plastic
bodies made a loud noise when you came together.
Your legs never intertwined. Your smile never changed.

And now, all grown up, I visit my parent’s house,
and they tell me I have boxes of toys that could be
thrown away. Kitchen accessories for the Barbie
camper, beaded dresses I made myself. And I think:

I could give these toys to my niece, so she could play,
so she could learn. And then I decide: no, these dolls,
these values, these memories, they belong sealed
in cardboard boxes, where only time can take its toll.


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